Liderazgo basado en valores para jóvenes emprendedores

Alejandra González Mármol y Noel Martínez

Nadie triunfa solo, por eso el liderazgo es uno de los pilares fundamentales del éxito de cualquier persona y de toda organización. Desarrollarlo con conciencia e intencionalmente eleva las probabilidades de los emprendimientos de superar el umbral de los primeros 3 a 5 años.

Un liderazgo bien ejercido, basado firmemente en valores de respeto, honestidad, lealtad y compromiso, promueve la práctica y el consenso de comportamientos que generan la confianza entre los miembros de un equipo e impulsa la conformación y consolidación de estructuras organizativas formales que contribuyen positivamente en la sociedad, forja puestos de trabajo, productividad, rentabilidad y desarrollo de personas.

El liderazgo es el factor que alinea, potencia e impulsa a un equipo, y se fundamenta, quizá, en una de las afirmaciones más comúnmente compartida: se lidera con el ejemplo. En otras palabras, el equipo sigue al líder según lo que éste haga. Lo que quiere decir que ese equipo estará conformado por personas que establezcan, acepten y compartan un tipo de acciones y conductas comunes: los valores. Por eso es tan importante ser acuciosos en la definición de los valores deseados para la organización y la selección de personas que los compartan.

Dos errores clásicos al empezar a emprender

La mayoría de los emprendedores, especialmente los primerizos (y los jóvenes muy probablemente encajan en este grupo), cometen el error de subestimar la importancia que tiene la selección y conformación del equipo de trabajo con un enfoque y criterio de negocios a largo plazo. Por lo que, en general, el equipo de lanzamiento lo conforman familiares, amigos que pueden carecer de las competencias o el compromiso requeridos para transitar el arduo camino de empezar un negocio.  Y en algunos casos el criterio para elegir el socio es que “tiene el dinero”, “tiene los contactos” o “tiene la idea”.

Pocas veces, al emprender, se adjudica un significado relevante a la cultura organizacional, comprendida ésta como el conjunto de acciones y comportamientos que definen la identidad y personalidad de la organización. De hecho, la cultura organizacional suele ser considerada como un tema “no estratégico”, y no se le presta mucha atención durante las primeras etapas del emprendimiento.

Esta subestimación no es casual, podría decirse que es una consecuencia del ímpetu del emprendedor, su gran motivación y orientación a obtener resultados, con un enfoque más numérico; y en cierto grado de la ingenuidad que conlleva la inexperiencia.

Ciertamente se pueden generar resultados positivos, pero existen grandes riesgos asociados a dejar el diseño de la cultura organizacional al azar y eleva enormemente la dificultad de la gestión de los líderes luego de empezar el recorrido.

Por otro lado, desafortunadamente, es muy común que quienes asumen el desafío de ponerse en marcha para lograr su sueño caigan, inconscientemente, en la trampa del mito del emprendedor líder: creen que ser los creadores de la idea o aportar el capital para el negocio es suficiente para convertirse en líderes. Con esto, mucho sobreestiman sus habilidades de liderazgo y subestiman las capacidades del equipo, lo que trae como consecuencia la multiplicación de los desafíos que ofrece una cultura organizacional improvisada.

Para colmo de males, los dos errores usualmente ocurren simultáneamente: muchos emprendedores seleccionan sus socios por su cercanía personal y, a la vez, se consideran líderes de su nueva organización. Estos dos factores, ocurriendo simultáneamente, se convierten en un coctel explosivo que potencia la probabilidad de que el negocio falle cuando empiece a enfrentar las dificultades inevitables de cualquier emprendimiento. Pero no todo está perdido.

El factor determinante para la sobrevivencia

Para empezar cualquier emprendimiento es necesario que los líderes se conozcan a sí mismos, identifiquen a las personas que puedan potenciar sus fortalezas y compensar sus debilidades, las conozcan profundamente, y se aseguren que comparten sus valores y significados. Y para que el negocio tenga una verdadera oportunidad de prosperar y trascender, los líderes tienen que ser capaces de transmitir, modelar y compartir esos valores con su organización.

Los valores son comportamientos auténticos, conductas observables, en cualquier terreno, que demuestran quiénes somos y en qué creemos. Son las cosas que hacemos, no las que decimos. Por eso, los valores, a la postre, determinan el éxito, o fracaso, de una organización. Tanto es así que si los dos errores clásicos de los nuevos emprendedores, relacionados a la cultura organizacional, están presentes simultáneamente, los valores pueden salvar a la organización.

Ahora bien, los valores son acciones que tienen que estar bien definidos para que los miembros de la organización los observen y compartan. No es suficiente con que se identifiquen con ellos, tienen que generar compromiso. Cuando los miembros del equipo sólo se identifican con algo, empiezan a encontrar “matices” en la forma de entender los valores.

Para exponer esta diferencia entre compartir o identificarse con un valor es pertinente un ejemplo. Dos emprendedores hacen una propuesta a un cliente. El encargado de la aprobación les dice “puedo entregarles el contrato a ustedes si sobrefacturan un X% y me pagan esa diferencia”. Uno de los emprendedores dice “nuestro valor es la honestidad, por lo que no podemos aceptar ese contrato”. El otro dice “no estamos haciendo nada malo, nuestra propuesta es la mejor y ese el un problema del cliente”. ¿Se ve la diferencia? ¿Cómo sería la relación entre estos emprendedores al momento de cerrar la negociación? ¿Y su relación posterior, podría el primer emprendedor confiar en el segundo plenamente?

Los valores compartidos son la base del liderazgo

Pueden cometerse muchos errores al momento de emprender, de hecho, es así. Sin embargo, obviar la definición de los valores, desde el primer momento, que darán forma a la organización es un error que, al final, termina pasando factura. Y muchas veces, una muy alta.

Se puede hablar de muchas cosas: lealtad, respeto, honestidad, humildad. Todas conductas deseables. Un emprendedor necesita ser intencional a la hora de exigir que se cumplan, darle la mayor claridad posible a esa definición para asegurarse que todos los compartan. A partir de ahí, se puede cultivar un equipo basado en la confianza. Un equipo capaz de superar, no sólo los dos errores clásicos de los emprendimientos que empiezan sin planificar su cultura organizacional, sino las dificultades inherentes a todo emprendimiento.

La clave para ejercer un liderazgo sólido es que los valores de los miembros de la organización sean compartidos, que estén alineados, no sólo en forma sino en fondo, de forma consciente e intencional.